SANTA ROSA
U na poesía penetrante de perdurable aroma, emana del recuerdo de aquella dilecta Isabel Flores de Oliva, genuina flor de América, pues hija fue de puertorriqueño y peruana. En pleno siglo XVI, como contraste en la turbulencia de la época, nació en Lima, en barrio muy avecindado de gente de guerra, soldados y maleantes, y en el lugar que se dio la primera rosa, según se puede ingerirse de los relatos interesantísimos de Cobo, sobre flores y frutos del Nuevo Mundo. Cuenta el sabio jesuita, historiador de la fundación de Lima y autor de una obra científica, sobre semillas y plantas traídas a América y sobre especies americanas, con la naturalidad de quien refiere un hecho cierto, sin pretensiones de ninguna clase, porque en su tiempo, aun no era santa nuestra Rosa; como prendió el primer rosal en Lima y floreció el primer botón en el lugar donde, poco más tarde, estuvo el hospital del Espíritu Santo. La verídica his